Hoy hace un año que el gato llegó a nuestras vidas y me convertí en feliz madre. A pesar de que a veces mi hijo me muerde, me araña o no me deja dormir, me compensan sus ronroneos cuando llego a casa, sus ojos verdes nocturnos y cómo se pone panza arriba cuando quiere que le acaricien. Además de que es listo, limpio, astuto y tiene unos andares que ni Kate Moss, oigan.
En fin, uno más de la familia.