jueves, 25 de febrero de 2010

Vida gatuna

Abandonados os tengo. El trabajo me come y la gripe me asola.
Pero no soy yo la única convaleciente: Con mucho dolor ( me ha dolido a mí más que a él) he tenido que llevar a Pussy a castrar. Ya sabéis que la represión sexual no es buena y en el caso de mi gato sus efectos se manifestaban en forma de maullidos lastimeros, carreras enloquecidas y arañamiento de puertas quizá con la idea de ser libre. Huir como si no hubiera mañana. Ante tanta locura no me quedó más remedio que recurrir a la operación. Ahora está más tranquilo pero veo en sus ojos un poso de tristeza y miedo. ¿Será por la nostalgia de lo que nunca ha tenido?
Penita me da.

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