
48 horas tras la vuelta de Ibiza.
Y tras dos de los días más infernales que he pasado en los últimos tiempos, puedo decir que la experiencia ibicenca ha sido de las mejores y peores de mi vida.
De las mejores porque he descubierto playas tranquilas, calitas perdidas como yo pensaba, discotecas glamourosas y una repentina afición por la música house bien mezclada. La playas y los pubs ya no volverán a ser iguales.
He visto amanecer en una terraza y anochecer en el Café del Mar. He viajado por una isla con reminiscencias hippies y un calificativo que lo inundaba todo: agreste.
Y sí, he visto a famosos de medio pelo y de pelo entero. Y he confundido a David Meca con David Getta (xD). Y lo de las drogas y el desfase es cierto sólo a medias. De verdad es sólo la capacidad de ese lugar para hacerte olvidar.
Y me he reído y he desconectado la mente como hacía mucho que no lo hacía.
De las peores porque tras el regreso he descubierto el profundo malestar de alguien al que quiero muchísimo, al que yo no sé como pedir perdón, cómo explicarme, cómo disculparme por tantos despropósitos, cómo hablarle de mi ceguera, cómo manifestarle mi cariño inconmensurable. Ya no sé cómo rogarle que me disculpe. Ya no sé cómo decirle que lo único que deseo es que volvamos a ser los de antes.
Que te sigo esperando. Que lo siento.
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